viernes, 31 de julio de 2015

DOMINGO DE CORPUS, TARDE DE FÚTBOL Y TOROS. Por Rodolfo González Constans

Como dice el viejo refranero popular, hay tres jueves que mucho reluce el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y la Ascensión, pero no era jueves sino domingo y el sol más que brillar de continuo era un tanto juguetón y entraba y salía como Pedro por su casa. En esa jornada singular estábamos en el bar El Albero (hermoso nombre taurino) de la estrecha de San Bernardo para ver y sentir dos acontecimientos memorables: un partido de fútbol y una corrida de toros, pero ¡qué partido y qué corrida!
A un lado de la barra, a la izquierda y "petada" de gente, el personal futbolero para ver al Sporting, que jugaba en Sevilla contra el Betis en el estadio Benito Villamarín con casi cuatro mil espectadores asturianos "in situ", un encuentro importantísimo y definitivo para la subida a la división de honor de nuestro querido conjunto local. Por otra parte, a la derecha del bar y delante de la otra televisión, la afición del arte de Cúchares, por supuesto menos numerosa que la del fútbol, que también tenía otro evento importante, el cierre de la Feria de San Isidro de Madrid con una hermosa y terrorífica corrida de Miuras.
Como dato curioso, hay pocos espectáculos en el mundo que estén como en Madrid treinta y un días seguidos con una media de asistencia diaria de veinti tres mil espectadores.

En primera fila del rincón taurino nos encontrábamos Luís Cueto, Paco Muñoz Cobos, Pedrito (el aficionado práctico y conocedor de todas las fincas y cortijos de Andalucía y Extremadura amén de la mayoría de sus cosos taurinos y casi haciendo al año más kilómetros que un servidor en sus buenos tiempos) y el que suscribe, además de otra media docena de aficionados fetén y de solera.
El ambiente era tremendo y formaba un "guirigay" increible y encima, el Sporting, estaba ganando en Sevilla al Real Betis Balompié por cero a tres y con cada consecución de gol, se originaba una especie de rugido que salía de aquel montón de gargantas y corazones. Pero la gran "apoteosis" final llegó cuando nos enteramos por la radio de que el Lugo, que jugaba contra el Gerona, nuestro rival más directo, había empatado en los últimos segundos realizando así el "Milagro", porque no hay otra palabra para describirlo y haciendo que el triunfo del Sporting por tres goles a cero, más el inverosimil empate del Gerona en su campo, nos catapultase de manera automática a la primera división. Aquello fue indescriptible, una explosión de júbilo, el éxtasis colectivo y emocional. Juanito, el propietario del bar El Albero, no daba a basto a pegar abrazos y al mismo tiempo atender a la numerosa clientela que dadas las emociones vividas, ostentaba una sed abrasadora.

Por otra parte,  la corrida seguía su rumbo más bien aburrida y sin que pasase nada de particular, salimos al exterior para fumar y hablar un poco de todo, cuando sentimos unos cánticos religiosos y vimos que se aproximaba la procesión del Corpus con bastante gente. Señoras de negro con peineta y mantilla española, niñas y niños primorosamente vestidos de primera comunión: ellas de inmaculado blanco como novias en miniatura y ellos de almirantes, marineros, etc. que casi sin querer me retrajeron a mis años infantiles, congratulándome, aunque algo diminuidas, que no se perdieran las viejas tradiciones. ¡Ya solo me faltaba para ser fiel a mis recuerdos que desfilase una compañía de soldados del cuartel de Simancas con sus bayonetas desnudas reluciendo al sol y que estuviera el piso de la calle sembrado de flores y espadañas!
En ese momento llegaban de dar una vuelta Luís Cueto y Paco Muñoz Cobos, muertos de risa ya que se habían enganchado a la procesión detrás de la banda de música,  e iban admirándose de la rapidez que el Ayuntamiento se había dado cuenta de la alegría de la subida a la primera división, hasta que se fijaron con más detenimiento en las Manolas y en los niños de primera comunión cayendo en cuenta, entonces, que era la procesión del Corpus.
Más tarde nos llamaron de dentro y es que Rafaelillo, el maestro murciano todo corazón y pundonor, ya había comenzado el "trasteo" de muleta al cuarto Miura de la tarde, que era peligroso y largo como un tren y estaba toreando en el filo de la navaja y jugándose la vida de verdad. Un auténtico "faenón" que nos compensaba con creces la grisura de la tarde taurina. También nos emocionamos y sufrimos con él cuando se tiró a matar o morir en el empeño, pero pinchó dos veces antes de enterrar definitivamente la espada y, para un servidor, hubiera sido la faena de la feria. Rafaelillo dio como consolación una muy sentida vuelta al ruedo, mientras las lágrimas surcaban su rostro ya que el maestro era consciente de que se le había escapado por el acero uno de los grandes triunfos de su vida y el toro, el imponente Miura, fue también aplaudido en el arrastre.
Un rato más tarde se acabaron los toros y el bar seguía a tope y todo el mundo continuaba bebiendo, pegando abrazos y dando felicitaciones mutuas.

Me despedí de todos y  salí a la calle que se había convertido en un auténtico manicomio. Coches, motos, bicicletas, etc. todos tocando el claxon y enarbolando la bandera del Sporting. Muchos pisos también enseñando banderas e inquilinos vestidos de rojiblanco y la ciudad, en la última hora, se había vuelto completamente loca y casi todo el mundo estaba en la calle. Me dejé llevar por la riada de gente hasta la plaza del Ayuntamiento y también a la del Marqués que ya no se podía ni entrar, y en una esquina y al lado del restaurante El Centenario, unas adolescentes todas risas y algarazas se estaban quitando sus prendas superiores para sustituirlas por unas camisetas del Sporting y ponérselas. Todo era alegría e histerismo a raudales.
En mitad de aquel follón me encontré con un amigo que venía con su "nietín" de unos cinco años vestido, como no, de futbolista desde las botas hasta la camiseta del Sporting que llegaban de ver el partido de la pantalla gigante que se había puesto en la plaza del Marqués. Después de abrazarnos, felicitarnos mutuamente y despedirnos, cuando nos separaban unos tres metros, el "chavalín" se dio la vuelta y levantado sus "brazinos" me gritó por encima del jaleo reinante, ¡Estamos en primera, Puxa el Sporting!.


Gijón, Junio de 2015
Rodolfo González Constans